lunes, 15 de febrero de 2010

Un fin de semana en una casa rural en Liebana

No lo soportaba más; medio año trabajando sin respiro, y el poco tiempo que me quedaba libre lo usaba para fantasear... Recordando mi niñez, de vacaciones, libre y sin preocupaciones, disfrutando del aire libre y pensando en mis cosas. Extrañaba esa sensación de tranquilidad, de estar libre de cualquier presión o responsabilidad; sensación que volvería a recordar.

Como todos los días, salí del trabajo a eso de las 6 pm, pero en vez de salir con mi habitual cara de zombie estresado, dejé mi puesto laboral con un entusiasmo como hacía mucho que no me pasaba; el proyecto con el que estaba trabajando terminó (por suerte de forma satisfactoria para todos), y como había previsto que me quedaba un fin de semana libre, decidí tomarmelo de la mejor manera posible que se me ocurrió en ese momento: descansando.

No tenía en mente nada ostentoso ni lleno de acción, es lo que menos necesitaba. Aire libre, naturaleza y quietud fueron mis objetivos al buscar habitaciones donde dormir en Liebana , debía estar alejada de cualquier ruido molesto, pero tener a la vez la oportunidad de hacer alguna actividad que me ayude a despejar la mente.

Partimos el mismo viernes y no tardamos mucho en llegar, al llegar sentí una gran emoción; era tal como me lo imaginaba. La casa era justo lo que necesitaba para pasar un fin de semana ameno con mi familia, tenía todas las comodidades y un gran espacio abierto delante. Empecé a pasarla bien ni bien llegamos, parece exagerado pero añoraba tanto esto que no pasó mucho para descargar cualquier tipo de presión o estrés que estuve acumulando todo este tiempo.

Luego de prepararnos la comida (la casa contaba con una cocina completa) empezamos a planear el día, cada uno podría hacer su actividad favorita, porque a pesar de ser un lugar muy tranquilo, estaba lleno de posibilidades de esparcimiento. En un momento mientras estaba en los cotos de pesca en Cantabria , volví a recordar esa sensación que sentía de chico; y lo que más me hacía feliz, además de volver a sentir sensaciones las cuales pensaba que tenía en el olvidado, era ver a mis hijos disfrutando de la misma manera que lo hacía yo de joven.

El fin de semana en la casa rural en Liebana no tardó mucho en acabarse, pero me sirvió para "cargar las baterías" como dicen. Es más, hasta creo que tengo más recuerdos y más para contar acerca de este fin de semana, que de todo el tiempo que estuve trabajando en el proyecto, lo cual hace pensar a uno qué importantes que son las pequeñas cosas de la vida; no es necesario muchas cosas llenas de acción para pasarla bien.